En un equipo de personas todos cabemos. Crecemos y aprendemos los un@s de los otr@s. Cada uno tiene su rol, su misión y enriquece al que tiene al lado. Esa es la clave. Esa competencia, la de trabajar en equipo, se lleva dentro y se aprende y se disfruta desde que somos niñ@s. ¡Si, en la escuela!. Ahí es donde se aprende que todos somos importantes. También iguales pero diferentes a la vez.
Quiero compartir esta vez, un cuento sobre educación inclusiva extraído del interesante blog xarxainclusivabcn, algo por lo que creo que hemos de luchar en el día a día, para que no nos impidan aprender y disfrutar de «tod@s los jugadores de nuestro equipo».
«Erase una vez, en el bosque de las diferencias, muy cerca de una montaña llamada la «Montaña encantada», unos amigos, con muchas ganas de aprender, querían ir juntos a la escuela. Fue así como la tortuga, el caracol, la liebre, la ardilla y el pajarito se reunieron al inicio del camino que los llevaba hacia la escuela. Debían llegar a lo alto de la «Montaña encantada», y era un largo camino lleno de curvas y de dificultades.
A pesar de que todos tenían muchas ganas de llegar, el camino les sorprendió. La Tortuga, que caminaba muy despacio, no pudo seguir el ritmo de los demás y llegó cuando la escuela ya estaba cerrada. La Ardilla, movediza y juguetona como es, saltando de árbol en árbol y distraída con las piñas, salió del camino y se perdió. El Pajarito volaba tan alto que perdió de vista a sus amigos, se despistó y, volando volando, fue a parar al «Lago misterioso». El Caracol, como tenía tanto miedo de salir de su caparazón y de seguir el camino, estuvo un ratito escondido y luego decidió volver de nuevo a casa. Y la Liebre fue tan rápida que, cuando llegó, se dio cuenta que ningún otro de sus amigos estaba. De pronto se puso tan triste que empezó a llorar, sin acabar de entender por qué estaba sola. Pero, por suerte, el Hada de la «Montaña encantada», al oír sus llantos, se le acercó y le preguntó:
-¿Por qué lloras, Liebre?
-Es que hay un único camino para ir a la escuela, y como todos somos diferentes, sólo yo he podido llegar! -Dijo la Liebre.
El Hada, sorprendida, le respondió:
-Uix! Esto no puede ser, todos los animalitos tienen que poder llegar a la escuela para aprender muchas cosas. ¡Tranquila, encontraremos una solución!
Y fue así como a la mañana siguiente los amigos volvieron a encontrarse, y cuál fue la sorpresa cuando vieron muchos caminos diferentes:
-¡Qué bien! -Dijeron todos.
Ese día, la Tortuga llegó a la hora, porque su camino era cortito. La Ardilla no se perdió porque siguió un camino de árboles que le guiaban. El Caracol fue más valiente porque seguía la bonita canción que el Hada le iba cantando desde la montaña. Y la Liebre llevaba un cascabel colgado del cuello, y el sonido ayudaba el pajarito a no perderse.
¡Que contentos que se pusieron! ¡Por fin todos habían podido llegar a la escuela! ¡Qué alegría!
Cada niño y cada niña tienen el derecho a disponer de los medios adecuados a sus características y necesidades para acceder a la educación. No debe haber un único camino, sino muchos y diferentes, que se adapten a los niñ@s y no a la inversa.»
Quiero mostraros un vídeo que nos ilustra lo que nos aporta el cuento de «el bosque de las diferencias».
Comentarios 2
Un ejemplo de lo mal q intwgramos a veces las diferencias es que algún periódico llama al juego de las 8 diferencias: el juego de los 8 errores!!!
Bon día Carles.
Muy bueno Eva!!! Gracias por el aporte!!! Un abrazo