¡Malos tiempos para la educación! Las leyes van cambiando sin sentido al antojo de los nuevos políticos de turno que suben al poder, con el objetivo de salir en todas las fotos posibles pero sin duda, sin contar o preguntar al colectivo del profesorado que llevan tiempo reclamando otras cosas que no tienen en cuenta. La última polémica es la «libre» elección por parte del director del centro escolar de parte del profesorado. No entraré en este tema algo espinoso, que requiere de una buena reflexión, pero si que haré especial hincapié en que tan importante es quien da la materia como el qué y como se enseña, y ahí es donde se debería de trabajar más.
La educación emocional es la gran olvidada en nuestro modelo de educación. Habilidades como el respeto, autoestima, asertividad y un largo etcétera no se tienen mucho en cuenta, y creo que estaréis conmigo, que «algo» cambiaría cuando «nuestros» menores llegasen a la adultez si tuviesen interiorizadas muchas de esas habilidades que le llamamos emocionales.
Quiero compartir un reportaje de Meritxell M. Pauné titulado «La educación emocional mejora la conducta en clase» publicado en La Vanguardia hace un tiempo donde se habla sobre el tema.
«Once de la mañana en el instituto Júlia Minguell, en el badalonense barrio de Llefià, muy cerca del límite con Santa Coloma de Gramenet. Oriol Julià, de 28 años y educador de la asociación SEER, se acerca al patio y ojea las riñas, corrillos y juegos de los chavales. Al cabo de una hora se dirige a la clase de 1º de ESO, que hoy dedica la hora de tutoría a su taller sobre educación emocional. Los veintitantos estudiantes, de unos doce años, están bastante alborotados. Sobre un 30% son inmigrantes de primera generación, de segunda hay otros tantos. En el pupitre más cercano a la puerta hay una chica con una disminución severa, que recibe ayuda regular de una discreta auxiliar que entra y sale del aula. Hablan todos a la vez, se mofan de alguna compañera, se levantan cuando les viene en gusto y no permanecen atentos y callados más de cinco segundos seguidos.
Oriol les propone dinámicas participativas sobre la relación entre iguales. Hoy toca discutir sobre su rol individual en la clase y en el mundo. “Arturo, haber interrumpido a Michelle, ¿os ha beneficiado o perjudicado? Sé inteligente. ¿Tu o ella os sentiríais mejor o peor, sin interrupciones constantes cuando habláis?”, les inquiere. Oriol les habla de sentimientos y luego de decisiones: saber frenar los sentimientos negativos y tomar las riendas de las propias acciones. Apuntan en la pizarra los personajes que pueden interpretar durante los cuatro años de la ESO: líder, querido/a, payaso-de-otros, buen estudiante, matón/a, bromista… “Estáis en un curso muy importante, podéis decidir cómo seréis vosotros y vuestro instituto”, les invita. Mikel observa la sesión como ‘evaluador’ simbólico, ha regresado al instituto tras abandonar los estudios en 2º de ESO.
La educación emocional es una disciplina poco extendida pero en auge en Catalunya. Sus aplicaciones puntuales han demostrado que reforzar las habilidades de socialización (respeto, autoestima, asertividad, empatía) entre el alumnado y la inteligencia emocional de los profesores mejora la convivencia en las aulas y previene el fracaso escolar, el bullying, la homofobia, las relaciones de pareja dominantes y hasta el consumo de drogas. Es más, sin un clima normalizado en el aula, difícilmente se imparten los contenidos del currículum educativo, explica Joana Ferrer coordinadora pedagógica del Júlia Minguell. “Ya no podemos prescindir de las visitas de Oriol. ¿Verdad que nuestra misión como profesores es dar clase? Pues para poder edificar, necesitamos primero allanar el terreno”, defiende.
El proyecto Educación y Trabajo emocional para un aprendizaje de prevención, liderado por la Associació Social d’Educació de l’Emoció i la Raó (SEER) y con la ayuda del Consell de la Joventut de Barcelona (CJB) y Casal de Joves (CJ), ha beneficiado a 1.200 estudiantes de los INS Pablo Ruiz Picasso (Ciutat Meridiana), INS Barri Besòs (Besòs-Maresme), INS Júlia Minguell (Llefià) y SES Badalona (La Salut), durante dos cursos. Ha consistido en una intervención integral que, además de los talleres para los grupos-clase, ha incluido el seguimiento de 25 casos individuales, el asesoramiento de 45 tutores/as y la divulgación de la salud emocional entre unos 40 padres y madres. Al término de la experiencia, el 80% de los 400 alumnos encuestados reconoce que su actitud con los compañeros ha mejorado y observan más compañerismo, respeto y amabilidad. El 70% asegura que también ha mejorado su comportamiento general en el centro, con más participación y menos estrés y agresividad.
Las dinámicas de salud emocional reposan sobre tres pilares, que son a la vez las preguntas que el ‘facilitador’ lanza a los alumnos en cada sesión. El primer pilar es la consciencia emocional (¿Cómo me siento? ¿Cómo hago sentir a los demás? ¿Por qué he hecho esto?), el segundo es la acción personal (¿Qué decido hacer con este conflicto? ¿Qué salida me beneficia y cuál me perjudica?) y en tercer lugar la responsabilidad individual (¿Qué rol quiero tener en el grupo? ¿Cómo aplico las emociones positivas?). Las dinámicas son siempre, por norma, muy activas, frescas y participativas. La salud emocional difiere de la llamada educación en valores porque se centra más en el individuo, pero en el trasfondo comparten conceptos como la ayuda al prójimo o el respeto a la diversidad.
Prevención tras un caso de bullying
El gérmen del proyecto fue un caso de bullying que vivió uno de los cuatro institutos. El centro conocía la filosofía de la asociación SEER y les pidió una intervención intensiva de un mes para cortar de cuajo ese acoso y cicatrizar la convivencia. La acción funcionó muy bien y se plantearon realizar talleres regulares en toda la ESO para prevenir nuevos acosos, utilizando una parte de las horas de tutoría. La figura del ‘facilitador’ poco a poco se volvió cotidiana y se reveló útil para resolver otros conflictos: peleas, absentismo, incivismo…
Tras el primer instituto llegaron los otros tres, por recomendación o petición directa. Ya habían probado los talleres dentro de Pack Aula Jove, que es una cartera de actividades complementarias que paga la Generalitat y los institutos pueden solicitar gratis. Gracias al proyecto de SEER, han podido disponer de un ‘facilitador’ 15 horas semanales presenciales, más otras cinco de preparativos a distancia. “Son centros difíciles, conflictivos incluso, pero sus equipos docentes se dejan la piel cada día para que funcionen, tienen mucho interés en tirarlos adelante”, sitúa Oriol Julià, el alma mater del proyecto. “Si se trabaja la relación entre iguales, a fondo y con continuidad por parte de los docentes, la convivencia mejora de forma sustancial y se avanza mucho en la motivación por los estudios”, afirma.
Aunque en las dinámicas de Oriol Julià haya bastante alboroto, se nota que los alumnos le respetan porque lo encuentran cercano. “Es joven y viene de fuera, aunque ya les sea familiar verlo por el centro no es un profesor más que les da clase”, apunta una de las tutoras. Los docentes le comunican los déficits individuales y los incidentes de esa semana, para que él incluya en el taller referencias a estudiantes concretos: “Los interesados entienden bien claro que me refiero a ellos y reflexionan. Además, al terminar la clase hablamos un momento a solas sobre cómo aplicar las actitudes que le benefician o cómo resolver su conflicto”, revela.
“Primero es un curso muy difícil en los institutos, porque llegan grupos-clase que no se conocen, las rutinas son nuevas y tienen una mayor autonomía que no siempre saben gestionar. En este sentido, las visitas de Oriol son un apoyo muy importante para la tarea diaria de los profesores”, describe la tutora. Al principio cuesta mucho que apliquen lo que reflexionan en las dinámicas, o les dura pocos días el cambio de actitud, cuenta. “El aprendizaje siempre es acumulativo y por eso con los de cuarto ya se nota la diferencia, porque ya llevan años de educación emocional. En cuarto se puede dar clase mucho mejor que en primero”, asegura Oriol Julià.
‘Decido’ no fracasar
En estos centros la mayoría del estudiantado que abandona prematuramente la ESO, ha observado Julià, “venían a clase por automatismo, sin verle ninguna utilidad ni interés, y han abandonado porque en casa nadie les hacía sentir obligados a estudiar”. Las familias desestructuradas y el rechazo a la autoridad son habituales, así que el instituto procura buscar caminos alternativos. Las dinámicas, por ejemplo, ponen como epicentro al alumno, lo tratan como adulto y le invitan a tomar las riendas de su propio futuro, a responsabilizarse él solo de las decisiones, a pensarlas dos veces. Y las conclusiones surgen del grupo-clase, entre iguales, no de la superioridad jerárquica del facilitador.
Los cuatro equipos directivos de los INS aplauden el método y la experiencia pero lamentan que el proyecto no tenga continuidad por falta de convenios regulares con la Administración. Estos dos cursos han sido financiados por la Agencia de Salut Pública de Barcelona (los dos centros barceloneses) y por el Plan Educativo de Entorno de Llefià-La Salut, que paga la Generalitat de Catalunya. Tenían duración predeterminada, así que no pueden prolongarse sin un nuevo proyecto, con la burocracia, la incertidumbre en el pago y el tiempo de espera que conlleva.
En las valoraciones hay un elogio que se repite: la adaptabilidad a cada centro. Es esencial para que se noten los resultados. “La asociación SEER supo adaptarse rápidamente al centro, comprender nuestras necesidades y llevar el proyecto más allá de las aulas”, valoran los coordinadores del INS Barri Besòs. “Los talleres nos han aportado conocimientos y estrategias para entender la diversidad humana de nuestro instituto”, afirma el claustro de profesores del SES Badalona. “La figura de Silvia Peinado [también facilitadora de SEER] nos ha sido de gran utilidad como referente y ha sabido concienciar, consensuar y resolver con eficacia las problemáticas previstas y las imprevistas”, reza el balance del INS Pablo Ruiz Picaso, que este curso ha creado y consolidado un Consell de Delegats e iniciado una tutoría conjunta para 1º y 4º de ESO.
En el pasillo vertebral del INS Júlia Minguell se suceden murales de cartulina de colores. Sus letras rezan lemas como “Dos no se pelean si uno no quiere”, “La mayoría de conflictos empiezan con ‘una broma’” o “Casi siempre los que rodean una pelean pueden detenerla”. Dentro del aula, Oriol pinta un punto blanco en el centro de la pizarra. “¿Qué veis aquí?”, pide a los estudiantes. “¡Un punto sucio! ¡Una mancha de tiza! ¡Un garabato! ¡Una tachadura!”, van disparando ellos. “Stop, stop, stop. Demos un paso hacia atrás. ¿Veis ahora que se trata de una gran pizarra limpia? Vale, con una pequeña mancha, pero rodeada de mucho espacio limpio. De hecho, la gran mayoría de la pizarra está impoluta”, les muestra. Se hacen algunos segundos de silencio y llega la moraleja: “Intentad recordar esta pizarra cuando estéis muy enfadados, muy tristes o muy frustrados porque alguna cosa no os va bien. Parad y miradla de nuevo. Seguro que el conjunto está bastante limpio y sin esos sentimientos de ofuscación os será mucho más fácil borrar el pequeño punto de tiza. La semana que viene me contáis si os ha funcionado”. Suena el timbre, la clase ha terminado.»
Comparto un vídeo interesante y muy didáctico de Ken Robinson que habla sobre los paradigmas en el mundo de la educación. Espero que os guste…
Comentarios 2
Estoy contigo. Primero eduquemos a nuestros niños. Enseñémosles que hacer feliz, es ser feliz. Empatía, compañerismo, acompañamiento, amor, sonrisa, cariño, … ¡en fin! no tanta competividad, que sólo hace crecer el ego y la discordia.
Una recomendación
José Antonio Marina
http://www.universidaddepadres.es/
Lo he oído en varias intervenciones y … ¡"chapó"!. Me falta leerlo, pero espero hacerlo muy pronto.
Gracias Aigua!!! Muy bueno Marina!! Suele aportar cosas muy interesantes sobre el tema. Saludos