Estamos a punto de empezar el curso escolar y toca ponerse las pilas a la hora de comprar “esas cosas imprescindibles” que en muchas escuelas piden para el niñ@: que si la bata, los libros, los colores, libretas, carpetas…y un sinfín de material que en determinados niveles educativos está justificado su uso pero también te encuentras con situaciones muy curiosas como nin@s de primero de primaria que pagan casi 300 euros en libros.
¿Alguien se ha parado a pensar si es “necesario” que sea ese tipo de material? Seguro que sí, pero las líneas educativas y los proyectos pedagógicos todavía hoy en muchos centros se valoran por la cuota de matrícula y la cuota de libros. Pero si avanzas en etapas escolares como la secundaria, te encuentras con el debate de si ordenador si o no. El contexto actual de la digitalización, de las tablets, de los smarthphones, de las apps, parece que sigue teniendo un lastre, y siguen habiendo reticencias tanto en profesorado como en familias. Parte del profesorado sigue con los métodos y actividades con los que aprendieron y la otra parte, más innovadora va descubriendo poco a poco las ventajas y las posibilidades de estos recursos.
Se trata de un cambio muy grande en la concepción de la educación y el papel del profesor/a. Se deben crear situaciones de aprendizaje donde los alumnos tengan que poner en marcha todos los recursos a su alcance, ya no es si sabe más cosas o no, no es únicamente cuestión de memoria sino que se trata de saber relacionar los conocimientos, entenderlos, no se trata solo de saberse únicamente las tablas , se trata de entender cuál es la situación y como se debe resolver. En este sentido el profesorado necesita formación en esta línea, en conocer cuáles son los recursos digitales que pueden ayudar a que el menor sea una persona competente capaz de adaptarse a un entorno que cambia a una velocidad muy alta.
Acompaño esta reflexión a un articulo del gran Marc Vidal publicado en su web y titulado Niños del futuro en escuelas del pasado.
“Si tienes hijos debes estar con eso de comprar ‘libros de texto’. Un momento que afecta considerablemente a la contabilidad familiar. Le llaman la ‘verdadera cuesta de enero’. Algo que me hace pensar en la cantidad de metáforas fuera de su tiempo que seguimos utilizando. ‘Cuesta de enero’ debería de pasar a ser la febrero pues hace mucho que la gente fracciona sus pagos navideños o los incorpora a la liquidación del segundo mes del año. Algo así como mantener un icono que representa un ‘disquette’ como símbolo de guardar archivos informáticos cuando hace mucho tiempo que hacerlo con ese objeto es imposible.
La ‘vuelta al cole’ en España, este año, supone un gasto más alto que nunca debido al cambio de los libros de texto ordenado por la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa. Un gasto que ascenderá a los 200 millones de euros para las familias de los alumnos de 1º, 3º y 5º de Primaria, los cursos a los que afecta ya la reforma. No voy a entrar en el tema de la reutilización, o de la justificación de esa revisión de los contenidos si es que es necesaria. De hecho es hasta doloroso ver como se organizan entidades diversas para ‘aprovechar’ libros viejos o usados, obviando el tiempo que nos ha tocado vivir.
Me produce una especie de impotencia y tristeza detectar en todo ese ejercicio curioso lo lejos que está el sistema educativo en su conjunto de la realidad y el tiempo que vivimos. O bien por intereses empresariales o bien por inutilidad manifiesta, no hay manera de que nadie en eso que llaman Ministerio de Educación, Consellería d’Ensenyament o lo que sea, vea que todo esto es un despropósito fuera de la lógica del siglo XXI, de la modernidad y de una sociedad digitalizada.
El asunto del libro de texto ‘en papel’ no es más que la evidencia del esfuerzo por detener el progreso, el conocimiento y el empoderamiento de una sociedad que tarde o temprano progresará, conocerá y se empoderará de verdad. Que sigan dirigiendo el tren, la carreta, que el mundo va en una nave espacial. La lástima es que cada segundo (curso) que pasa ese cohete se aleja y costará más de tomar.
No tengo ni idea, ni me importa, de lo que costaría digitalizar todo el momento educativo español. Seguro que mucho menos de lo que se gasta en cualquier paquete de medidas para ‘incentivar’ la economía del ladrillo puesta en marcha una y otra vez, sea a la vista o por detrás.
Es de aurora boreal mantener este desperdicio. Nos aleja de los tiempos que corren, nos empobrece moralmente y nos desprotege como sociedad. Que los libros de texto fueran en formato digital, descargables, actualizables cada año, incluso semanalmente, no es una quimera.
El problema es que seguramente, de golpe, eso es inviable.Existen barreras en el profesorado, en las empresas, en la administración, en algunos padres, en los propios alumnos y en la brisa del mar. La merienda que nos evitaríamos sería de valor calculable y el efecto educativo exponencial. Que no se puede comparar una lectura tradicional de un libro a la divertídamente e instructiva funcionalidad del hipertexto, es algo obvio. Además, nuestros hijos son nativos digitales que se mueven mejor entre ‘tablets’ que con lápiz y papel. Sin dejar de utilizar tan sagrados elementos, los dispositivos digitales no son simplemente anécdotas divertidas y ‘cool’ para que el aula quede más moderna. Son sencillamente la puerta natural del futuro educativo, la ventana por la que las generaciones del nuevo mundo entran en el conocimiento.
No es nada raro, es sencillamente una revolución que también debe llegar urgentemente a las aulas. Mientras los que mandan siguen discutiendo la lengua, la reforma y el objeto educativo, el tiempo pasa y con él las oportunidades. La educación es algo que debería de ser prioridad digital, un ultimátum de los tiempos futuros. Tenemos niños que siguen releyendo el pasado sin que sus profesores sepan que dominan el inglés de los videojuegos, que navegan con facilidad en entornos complejos y que cuando necesitan saber algo no van a sus libros ‘de texto’, ni a ninguna biblioteca, sencillamente tocan con un dedo una pantalla.
Es imprescindible tomarse esto en serio o se nos llevará por delante el pasado sin apenas haber visto el futuro. Dejen de discutir sobre como será la escuela de sus viejos sueños y empiecen a pensar en una escuela que no precisa de tanto gasto ridículo e insultante en libros de texto. Un libro que se puede descargar y actualizar puede ser perfectamente un ‘concepto educativo’ que no tiene ni principio ni final. Sencillamente es una especie de app que se adapta al alumno y no un alumno adaptándose al texto de un libro.
Esto que parece tan difícil ya funciona en un buen número de países, obviamente, avanzados. Lugares donde ya se están analizando como será la educación de los próximos años. Modelos educativos que forman al ciudadano de este siglo que deberán ser creativos, capaces de emprender, críticos con su entorno, muy digitales y preparados para un modelo laboral completamente distinto al que ahora vivimos y que ya se insinúa.
El liderazgo de las administraciones es algo más que redactar reformas una tras otra. La digitalización de la sociedad es un hecho y las escuelas no pueden permanecer más tiempo en un escenario analógico, lejos de los modelos de gestión basados en la inteligencia artificial, colectiva o social.
Los contenidos también pueden ser revisados pero sobre todo ‘actualizados’. Ahora ya no tiene sentido eso de ‘reutilizar’ libros, sino que lo que debemos hacer es ‘descargarnos la actualización’. Es imprescindible que se atienda a una verdad absoluta que nos dice que el analfabetismo inminente será el de los que no son capaces de establecer actos digitales complejos.
Esto no es solo un tema de contenidos, libros o formatos. Va de nuevos modos de evaluación y de nuevas materias o habilidades a examinar. No es tanto si se memoriza algo o se adquieren muchos contenidos, eso lo hace Google, se debe premiar la capacidad de trabajar esos contenidos en modelos colaborativos. Hoy en día la economía colaborativa está poniendo en jaque muchos modelos económicos. Algún día la educación socializada pondrá en la picota a la enseñanza tradicional.
Sin llegar a la ansiedad tecnológica, es obvio que la educación, hoy en día y según que lugares, ya no educa a tiempo real, lo hace con modelos y sistemas lejos de la vida que nuestros hijos conocen y disfrutan.»
Quiero acompañar el post de hoy con un vídeo de esos, donde sale ese profesor que siempre quisimos tener. ¡Hasta siempre Señor Keating!