Comentaba hace unos días con unos “colegas” sobre un experimento que se hizo en Estados Unidos en el que se buscaban claves para saber que es lo que hacía que una persona se sienta más o menos realizada en el trabajo. En el experimento se analizaron como eran las reuniones de diversos equipos de personas con valoraciones previas y objetivas sobre el rendimiento de cada uno de los equipos.
En estos encuentros, se observaron como eran las intervenciones de cada uno de los miembros de los equipos y se diferenciaban entre intervenciones positivas y negativas. La conclusión final fue algo muy simple pero que olvidamos en el día a día. Las intervenciones positivas respecto a las negativas eran muy diferentes según el equipo estudiado. Los equipos de alto rendimiento tendían a hacer un ratio de seis intervenciones positivas por una negativa ( ¡buena idea!, un muy buen aporte, gracias por intervenir…) y los de bajo rendimiento se iban a las tres intervenciones negativas por una positiva (…pero que estás contando, ¿tú crees?. No tienes ni idea de lo que dices…).
Está claro que todo lo que tenga que ver con emociones agradables en el ámbito laboral como en cualquier ámbito suponen esos “bomboncitos emocionales” necesarios para nuestro bienestar. La lástima es no darse cuenta de esto, y caer constantemente en esas críticas absurdas que se hacen en determinados ámbitos. ¡Así nos va! Comparto un artículo de Ferràn Ramon Cortés escrito en su blog y que titula No se si te he dado las gracias.
«Susana trabaja en una importante empresa como controller. Lleva todos los números y es la mano derecha del director financiero. A finales de 2010 le detectaron un tumor de pronóstico reservado. Sólo conocer el diagnóstico, Susana decidió coger la baja para poder hacerse todas las pruebas complementarias cuanto antes, y poder así afrontar la enfermedad. La misma tarde en que recibió la noticia llamó a su jefe para informarle de la situación. Éste le contestó que lo entendía perfectamente, porque precisamente él también se estaba haciendo algunas pruebas relacionadas con su hipertensión. Los siguientes diez minutos fueron la descripción de su jefe de sus preocupaciones por su salud, absolutamente ajeno a lo que Susana le acababa de comunicar.
Lo que sí hizo su jefe de forma inmediata fue informar de la situación al Consejero Delegado; éste le envió un correo a Susana, en el que tras decirle lo mucho que lo sentía, le pedía que por favor actualizase antes de cuarenta y ocho horas el cierre contable del trimestre pues lo tenían que enviar sin dilación a la central.
La siguiente persona que habría de saber de la enfermedad de Susana fue Blanca, su colaboradora más próxima. Su reacción fue claramente distinta, y desde el primer instante se puso a su entera disposición para lo que necesitara. De hecho, durante todo el largo proceso médico de Susana, asumió todas sus tareas trabajando incansablemente y con gran eficacia. Y no sólo logró llevar todo el trabajo al día, sino que constantemente llamaba a Susana o le enviaba divertidos mensajes dándole ánimos.
El proceso médico de Susana fue bien, y al cabo de catorce meses pudo volver al trabajo totalmente recuperada. Hizo una gran fiesta para celebrarlo a la que no faltó nadie que hubiera tenido un papel importante en aquellos meses. Blanca estaba lógicamente entre los invitados.
Sin embargo, un año más tarde Susana tuvo una intuición, y tras compartir un café con Blanca, ya en las puertas de las oficinas, la cogió por el brazo, la detuvo un instante y le dijo:
– Blanca, no se si alguna vez te he dado explícitamente las gracias por todo lo que hiciste por mí durante los meses que estuve luchando contra el cáncer. Quiero que sepas lo importantes que fueron para mi tu ayuda y tus mensajes.
Blanca la miró fijamente a los ojos y las lágrimas empezaron a resbalar por sus mejillas. Emocionada le dijo:
– Sólo quería que volvieras lo antes posible. Tuve mi premio el día en que te vi cruzar la puerta para entrar de nuevo en la oficina.
Un sentido abrazo selló aquel mágico momento, un momento descrito por Susana como de felicidad perfecta.
La Balanza Emocional en las relaciones se rige por la proporción (o desproporción) entre aquellos hechos que suman emociones positivas (oro en la balanza) y aquellos que aportan emociones negativas (plomo en la balanza).
Esta preciosa historia nos brinda por un lado el peso del plomo en la Balanza Emocional, aportado por dos insensibles jefes, cuya empatía brilla por su ausencia, pero por encima de todo ello nos brinda una enorme dosis de oro en la Balanza, gracias al sincero y sentido reconocimiento de Susana a Blanca.
Pocas explicaciones necesitan los depósitos de plomo de los jefes: el primero, que refleja maravillosamente bien cómo, cuando nos cuentan un problema, nos falta tiempo para explicar el nuestro. Y en este caso, la falta de empatía es flagrante, ya que la desproporción entre el problema de Susana (el diagnóstico de un cáncer) y el de su jefe (riesgos de la hipertensión) es manifiesta.
Y el segundo, en el que un intento de aportar oro en la balanza queda absolutamente abortado por el hecho de añadir las instrucciones de trabajo. ¿No podemos esperar? ¿no podemos pensar en otra solución? ¿O quizás sentimos la necesidad de dejar las cosas de trabajo resueltas antes de que se compliquen las cosas?. Hay un momento oportuno para cada cosa, y el mostrar la empatía con el dolor del otro no acepta segundas partes en el mensaje.
Pero centrémonos en el maravilloso depósito de oro, que a través de un reconocimiento explícito, realiza Susana, y que a pesar de llegar un año después, tiene todo el sentido del mundo. Cierto es que al final del duro proceso médico, Susana hizo una fiesta en agradecimiento a todos. Pero la duda de si había dado explícitamente las gracias a Blanca le había quedado dentro. Y la intuición de decírselo le proporcionó un momento mágico de complicidad, sobretodo por su autenticidad al hacerlo. Porque seguro que Blanca pudo leer en los ojos de Susana que se lo decía desde el fondo de su corazón. Y aquel acto situaba las cosas en su orden natural, disipando toda duda al respecto.
Reconocer explícitamente lo que los demás han hecho por nosotros es bueno. Y si lo hacemos de forma auténtica, realmente sentida, es oro puro en la Balanza Emocional. En este caso el extraordinario valor del reconocimiento lo da el momento de intimidad, de complicidad, un momento que sólo pertenece a Susana y a Blanca, y que sitúa a Blanca más allá del agradecimiento general dado en la fiesta. Así, ante la duda, si no estamos seguros de que al otro le haya llegado mi reconocimiento… actuemos. No lo dejemos pasar. La relación puede dar un giro de ciento ochenta grados. Podemos pasar del plomo en la Balanza, por la ausencia de reconocimiento, al oro puro, por un reconocimiento sincero.
Comparto como de costumbre el vídeo que intenta reflejar lo explicado….! Me lo pasó un buen amigo uruguayo! Espero que os guste!!!