Lo decía Tagore… “las palabras sólo llegan al corazón cuando han salido del corazón”. No cabe duda que a tod@s nos gusta que se nos reconozca desde la sinceridad lo que somos, lo que tenemos o lo que hacemos. Desde que somos pequeñ@s lo necesitamos. Es un alimento imprescindible para nuestro crecimiento. Sin duda, si el metro es la unidad básica de la distancia, el reconocimiento lo es de la motivación. En Análisis Transaccional, teoría de la personalidad en la que estoy embarcado desde hace unos años, y que tiene como objetivo dejarnos vislumbrar el estado de nuestras relaciones con nosotros mismos y también con los demás, al reconocimiento se le llama caricia, y estas las recibimos desde edades muy tempranas.
Estas caricias de las que hablaba el psicólogo Claude Steiner, indispensables para nuestra supervivencia, pueden ser positivas o negativas, y se llega al punto que es mejor recibir caricias negativas que no recibirlas. ¡¡¡Sí!!! Y si no, solo hace falta ver a ese niñ@ cometiendo travesuras que lo que busca es que le “reconozcan”. En base a ellas, a todas las caricias que se reciben, uno tendrá una imagen de sí mismo en función del saldo de positivas o negativas que haya adquirido. La caricia positiva es aquella que siendo física, psicológica o social te aporta emociones agradables y de satisfacción y por el contrario las negativas te aportan esas emociones más desagradables. A nadie se le escapa que somos lo que “mamamos” y el ser humano tiende a darse el mismo reconocimiento que ha recibido en el pasado y no contentos con eso, “entregamos” a los demás lo que hemos recibido.
Distintos tipos de caricias existen. Por un lado están las positivas incondicionales que son las que se dan por lo que eres y las condicionales positivas, que son las que recibimos en forma de «premio» por un determinado comportamiento positivo. El problema es cuando estas no las recibimos ni en pintura y que provoca tener una manera de hacer que provoque castigo. ¡Ya sabéis! Lo importante es recibir algo, y ahí se encuentran las condicionales negativas. Pero llegamos a lo peor, que es cuando no se recibe nada de nada y entonces están las caricias incondicionales de lástima, que es cuando se produce la autolesión para conseguir compasión y lástima.
¡Ponte en marcha ya! Aprende a dar caricias sinceras y espontáneas, pídelas directamente, acepta caricias sinceras, rechaza las que te hacen mal, y sobretodo aprende a dártelas tú mismo,¿ y porque no? Dedica 5 minutos al cabo del día a reunirte contigo mismo y piensa ¿cuántas caricias has dado hoy sin esperar nada a cambio? Y también ¿cuántas hubieras podido dar? ¡Tenemos trabajo!
Comparto un vídeo de esos que te hacen reflexionar…
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