Bon dia tingueu!!! La mayoría de miedos de ser rechazado descansan en el deseo de ser aprobados por otras personas. No bases tu autoestima en sus opiniones. Confía en ti mismo. Sabes más de lo que crees que sabes.
«Hace tiempo, un joven discípulo acudió a su maestro en busca de ayuda. Su gran preocupación era que sentía que no valía para nada y que no hacía nada bien.Quería que los demás le valorasen más.
El maestro sin mirarlo, le replico: “Me encantaría poder ayudarte pero en estos momentos estoy ocupado con mis propios quehaceres. Quizás si me ayudades a solucionarlos podría acabarlos antes y ayudarte”.
El díscipulo aceptó a regañadientes ya que de nuevo sintió que sus preocupaciones eran poco valoradas.
El maestro le entregó un anillo que llevaba en el dedo y le dijo: “Coge un caballo y cabalaga hasta el mercado más cercano. Necesito que vendas este anillo para pagar una deuda.Y lo más importante es que trates de conseguir la mayor suma posible pero no aceptes menos de una moneda de oro por él”.
Y así el discípulo cabalgó hasta el mercado más cercano para vender el anillo.
Empezó a ofrecer el anillo a diferentes mercaderes que mostraban interés en él hasta que les decía el precio: una moneda de oro.
La mayor parte de los mercaderes se reían al escuchar la suma, salvo uno de ellos que amablemente le indicó que una moneda de oro era muy valiosa para darla a cambio del anillo.
Frustrado y cansado, el discípulo cablagó de nuevo a casa del maestro sabiendo que no había podido cumplir con el encargo que le había hecho.
“Maestro, no he podido vender tu anillo por una moneda de oro”, le dijo cabizbajo. “Como mucho ofrecian un par de monedas de plata, pero no he podido convencer a nadie sobre el verdadero valor del anillo”.
“Tienes razón en algo”, le contestó el maestro. “Necesitamos conocer el verdadero valor del anillo”. “Coge de nuevo el caballo y ve a visitar al joyero del pueblo. Pregúntale por el verdadero valor del anillo. Y sobre todo no se lo vendas”.
Y así cabalgó de nuevo hasta el joyero del pueblo quien, tras examinar detenidamente el anillo, dictaminó que éste valía ¡58 monedas de oro!.
“¿¿58 monedas de oro??” replicó el joven asombrado.
Y con esa buena noticia cabalgó de nuevo a devolverle el anillo a su maestro.
El maestro, le pidió que se sentase y que escuchase lo que tenía que decirle:
“Tu eres como este anillo: una joya única y valiosa. Y como tal sólo puede evaluarte un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu valor?”. Jorge Bucay
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