La vida es alegría y es dolor. ¡No deberíamos olvidarlo! Sin duda a nadie se le escapa que vivir la alegría es muy placentero y hace que la vida tenga sentido y el deseo de vivirla con fuerza. Vivir la alegría significa saber compartirlo con los demás porque sino esa emoción se queda a medio camino y vivir el dolor también necesita de algo, que es el acompañamiento sincero de los que tienes al lado. ¡Ay! Que me da que no lo hacemos muy bien todo esto y así nos va. Reír con los que amamos, gozar de las pequeñas o grandes alegrías es tan importante como acompañarnos en las preocupaciones o sufrimientos que nos produce esa tristeza tan denostada.
Decía el amigo Joan Garriga, psicólogo humanista, que “todos queremos atravesar las puertas del ganar, las de que todo nos vaya bien, las que confirman nuestras suposiciones. Pero la vida es una gran danza, de acción y retracción, de alegría y lágrimas. Debemos aprender a dejar ir, a soltar, pues en la vida tenemos pérdidas muy poderosas, y saber perder nos da una dimensión más real de los hechos y menos egoísta”. ¡Cuánta razón!, y es que no nos damos cuenta que tenemos la absurda creencia superficial en nuestra cultura de que ser feliz significa tener y hacer, y vivir desde el éxtasis. Sin duda, no nos han educado a saber acoger las cosas o hechos dolorosos desde el sufrimiento y deberíamos de saber darles su lugar y su tiempo
Debemos intentar ver la vida como un regalo y aprovechar cada segundo, cada pequeño detalle. Vivir la vida con intensidad es saber disfrutar del presente, que es el único momento que existe y buscar esa felicidad tan anhelada desde dentro en lugar de buscarla fuera, sin olvidarse que en el tránsito hay que dejar lugar a espacios donde nos toca vivir el sufrimiento. Y darse cuenta que hasta en los días más negros siempre se puede ver algo de luz.
Os propondría y me propongo, un ejercicio sencillo que en ocasiones transmito en mis formaciones, y que últimamente, por circunstancias personales, me lo estoy aplicando más a menudo. Se trata de que antes de irte a la cama, cojas un papel y detalles todas las cosas buenas que te han pasado en ese día. Desde observar que salió el sol de buena mañana, o simplemente haber dicho te quiero a la persona que amas…pero también añade algo que quizás no te guste y son las cosas que no te han llenado y que te han provocado preocupación y plantéate si puedes hacer algo para solucionarlo y aquí entraría por ejemplo el gran olvidado, que es el pedir perdón.
Ah! Y recuerda que hay cosas que no puedes cambiar, que son imposibles de cambiar…como la muerte de alguien. Ahí solo cabe aceptación y adaptación sin olvidarse de vivir el duelo correspondiente con los que te acompañan.
Comentarios 3
Gracias por la reflexión y por el temazo Carlos!!
yo diría más Carlos, brillantes reflexiones para sobrevivir…
Gracias Carlos y Si, siempre aprendiendo de tus reflexiones y caminando…
un abrazo