Decía Einstein que la educación es lo que queda después de que uno ha olvidado lo que aprendió en la escuela y es que habitualmente medimos el éxito en la edad escolar según el aprendizaje de memoria de estrambóticas fórmulas, de nombres geográficos impronunciables o del apasionante mundo de los cloroplastos, por poner un ejemplo, para que luego nos olvidemos de inmediato tras el examen y sin haber entendido nada. Y no digo que no sean asignaturas interesantes pero la ausencia de profesores apasionados que invitan al alumnado el amor a su materia es escalofriante en algunos casos.
Sin duda, el éxito de la educación escolar se conseguiría con ese buen acompañamiento de docentes implicados, que los hay, y también si añadiésemos otras asignaturas en el currículum en el que la memoria no fuese la protagonista sino que fuera la interiorización personal desde bien pequeñitos, como la educación sexual, la gestión emocional y la capacidad de autocritica. ¡Otro gallo cantaría amiguit@s!
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