Es una difícil tarea pero no debemos rendirnos. No hay nada como aprender lo que se ha de aprender cuando estás en tu infancia. Y cuando digo aprender me refiero a algo tan simple como el pensar. ¡Sí! A tener en cuenta las emociones que te influyen en el pensamiento, a aprender a tener un pensamiento crítico ante situaciones donde tod@s piensan A y tu piensas que es B, y no dejarte llevar por esa “masa” y saber decir desde la asertividad que YO pienso B, sin temer lo que te digan y reconocer que tu opinión puede ayudar a abrir un debate donde seguramente salga esa solución esperada, aunque finalmente no sea lo que tu propusiste. ¡Ay!vamos como borregos con perdón para ellos, tomando elecciones en la vida que si nos parasemos a pensar no compartimos para nada, pero es lo “que se lleva” y ante eso, no queremos ser distintos. Aprender a discutir, entender lo que dice el otro está pendiente en esta sociedad y seguramente en la infancia está esa solución que buscamos. Tratar a los niños y niñas como adultos en diferentes momentos seguro que ayudaría a ese objetivo anhelado de aprender a pensar mucho antes de lo que lo hicimos nosotr@s. Comparto un reportaje publicado por la periodista Gema Lendoiro en el diario ABC y titulado Cómo enseñar a los niños a pensar y en el que da el filósofo Robert Swartz da algunas claves sobre el tema.
«¿Cómo sería una sociedad llena de adultos que saben racionalizar sus ideas? ¿una sociedad repleta de gente que sabe pensar? Nacemos con la capacidad innata de pensar pero después no siempre se pone en práctica el pensamiento verdadero, es decir, aquél que te hace analizar las situaciones y establecer las consecuencias de los actos que acometemos en el día a día.
Por eso, enseñar a pensar es básico desde la más tierna infancia, como defiende el filósofo Robert Swartz, que recientemente visitó Madrid y ofreció una conferencia en el Colegio Brains de Madrid. El título:«Pensamiento crítico y creativo desde la escuela». Swartz es director de The National Center for Teaching Thinking, de Estados Unidos, graduado por la Universidad de Harvard y profesor emérito en la Universidad de Massachusetts en Boston. Autor de numerosas obras y artículos sobre el pensamiento crítico, es una referencia mundial a la hora de proponer un cambio radical en los planteamientos de la eduación desde los niveles de infantil.
La propuesta de Swartz es sencilla: «Los alumnos de Infantil aprenden y piensan de manera diferente. Esto está relacionado con la estructura de la mente y de su cerebro». Sin embargo, con el paso de Infantil a Primaria las cosas cambian radicalmente y de la actitud de un niño de tres años, que siempre quiere ser preguntado por la profesora, se pasa a la de la actitud: ¿por qué me pregunta a mí? O, lo que es muchísimo peor, que al ser preguntado la única preocupación del alumno sea si eso va a entrar en el examen. Es decir, ha perdido el interés por aprender y sólo se fija en cumplir con la obligación de no suspender. Esto es, a todas luces, el primer paso para el fracaso escolar. Sin motivación para aprender es difícil obtener buenos resultados.
¿Qué sucede para que haya este cambio? El filósofo lo tiene claro: «El sistema educativo no es el adecuado, mata las ganas, acaba con la estructura del pensamiento tan preclara que los niños tienen con tres años». Robert Swartz comenzó a visitar colegios de Infantil para ver cómo actuaban los profesores y analizar así la situación llegando a diversas conclusiones.
Para empezar, hay que desterrar la idea que muchos profesores (y padres) tienen de que «no se puede hacer nada con los niños de Infantil porque no piensan, porque hasta más adelante es imposible. Y eso es absolutamente falso y, lo que es peor, lo saben».
Trabajar las destrezas del pensamiento
Tres son las piedras angulares de las nuevas aulas del pensamiento que son defendidas por Robert Swartz: Pensamiento, Comunicación y Colaboración. El filósofo puso un ejemplo muy gráfico. «Varias cajas de «corn flakes» se la enseñas a un niño y le preguntas cuál escogería para desayunar. Probablemente el niño elija aquella que más le guste por el dibujo. Enseñar al niño a pensar supone hacerle ver que antes de tomar una decisión debe valorar unas cuantas cosas. En el caso de los cereales, por ejemplo, preguntarse qué es más saludable y mejor para el cuerpo. Puede que te guste más la caja que tiene un león en lugar de la caja que tiene dibujada una manzana. Pero, ¿qué es mejor para tu salud? ¿qué te va a hacer crecer más?, ¿un bonito dibujo en un papel o unos cereales que son realmente buenos para ti? Ofrecerle al niño esa capacidad de decisión y no porque persigamos que ellos decidan cosas como su menú, no, darles las herramientas para que aprendan a tomar decisiones basadas en preguntas que se hacen previamente. Enseñar a los niños a tomar decisiones con destreza».
¿Qué hace necesaria la decisión? Es decir, por qué necesito comprar cereales. ¿Cuáles son mis opciones? Es decir, ¿cuántas cajas de cereales puedo escoger de las que hay en el supermercado? Y ahora una gran pregunta: ¿Cuáles son las consecuencias probables de cada opción? ¿Qué importancia tienen las consecuencias para mi vida? ¿Qué opción es la mejor una vez analizadas todas las consecuencias?
Esta es la fórmula para hacerlo. Así es como se construye que un adulto aprenda a pensar por sí mismo. Mucha gente puede pensar que esto no es sencillo, que un niño de dos o tres años no es capaz de entender pero esto no es así, sí entienden, sólo es necesario utilizar un lenguaje diferente, sencillo y adaptado a su edad.
Robert Swartz es consciente de que no se puede cambiar la mentalidad de millones de seres humanos en el mundo que ya son adultos, pero sí se puede hacer un gran impacto en las generaciones venideras si cada vez más escuelas llevan a la práctica enseñar a los niños a pensar en lugar de obligarles a memorizar.»
Comparto un vídeo muy pero que muy interesante que invita a pensar sobre el tema…