¡Soy de los que piensa que la palabra cambio nos produce angustia!. Angustia porque no estamos acostumbrados a ella o porque la asociamos a incertidumbre e inquietud por no saber lo que pasará a posteriori. Nos sucede en nuestra vida personal, desde un simple cambio de móvil (me sucedió a mi hace unos días…creía que se acababa el mundo en ese tiempo interminable para saber cómo funcionaba), pasando por una mudanza o porque no, un divorcio. A nivel empresarial se complica la cosa, simplemente porque el cambio seguramente viene desde arriba, y ya sabéis, en esta vida hay cosas que puedes cambiar y existen otras que tú no puedes hacer absolutamente nada, porque te vienen dadas. Cuando se producen estos cambios y en tiempos de crisis se han de hacer e incluso creo que son muy saludables en ese pos de reinventarse, la cuestión clave es el cómo se transmite y como cae en cascada. La transparencia sería la clave para saber dar y saber filtrar la información necesaria que la gente “necesita”. Los mandos intermedios son figuras claves y han de ser creíbles en todo momento, y aun así cuando lo que tenemos es la información que nos han dado y quizás sea insuficiente, la práctica más correcta es aquella que viene no desde “el vender humo” sino simplemente desde esa sinceridad o humildad de la que hablaba en un anterior post.
Comparto un artículo de la buena amiga Eva Cantavella, experta en conducción de reuniones, que con su habitual “ironía” da en el clavo en su artículo ¿Somos realmente reacios al cambio? encontrado en su recomendable blog Reuniones eficaces que a la vez es el título de su interesante libro.
“Una de las reuniones más temidas (por sus convocantes) es aquella cuyo objetivo (oficioso) es implicar a un equipo en un proceso de cambio porque “lo sabe todo el mundo, la gente es reticente al cambio”.
Si lo que pretendemos es solo informar de un cambio ¿cómo puede sorprendernos la reticencia con la que nos reciben?
Decide pues, si es una reunión o una presentación y no confundas a la gente en la convocatoria.
Para mí es una frase muy desgastada, que no por repetida hasta la saciedad se convierte en cierta.
Estoy convencida de que en realidad, lo que nadie quiere es:
-El cambio que no entiende,
-El que le es impuesto, (cuando escuchamos “informar sobre un cambio” entendemos “a partir de ahora nos obligan a… “). Un cambio en cuyo proceso de decisión, no solo no te han escuchado (que hay que reconocer que es poco habitual), sino que ni siquiera te han tenido presente, motivador, lo que se dice motivador… no resulta, la verdad.
-El que objetivamente aporta pocos beneficios (no olvidemos el síndrome del lo cambio todo, luego existo)
-El que da la sensación de que oculta información
-El que me transmite alguien en quien he perdido la confianza
El cambio no hay que “informarlo” como sinónimo de soltarlo, tampoco venderlo, más bien hemos de conseguir que nos lo compren, que es algo diferente y eso sí, sin engaños y sin letra pequeña.
En consecuencia:
-Consigue que entiendan su necesidad. Hay un marco referencial imprescindible, que algunos/as obvian.
-Ten en cuenta las personas que van a verse afectadas y háblales con empatía.
-No seas tacaño a la hora de exponer los beneficios (sé concreto, pero no te olvides de ninguno, incluso si a ti te parecen obvios o de puro sentido común (recuerda que el sentido común no es compartido)
-Sé todo lo transparente que puedas
-La elección de quien llevará esa reunión o quien expondrá esa presentación es esencial.
Por último, a veces no es aconsejable que se realice una única reunión multitudinaria para su transmisión, en función de cómo afecta ese cambio a diferentes sectores, se hará necesario un enfoque diferente y más personalizado. Es mejor tres reuniones cortas y diferentes que una larga y que aglutine información demasiado genérica.»
Estoy en contra de ese «aquí siempre se han hecho las cosas así»…Creo que hay que cambiarlo. Comparto el vídeo semanal, esta vez con un experimento de monos…