Para motivar a los demás ha de estar motivado uno mismo y ha de creer en lo que se hace, y es que es muy diferente elogiar que adular. El primero reconoce desde el corazón lo que haces con argumentos y el mensaje es creíble en todo momento, y el segundo te lanza un halago en forma de ¡tú puedes con todo! desde su egoísmo más puro simplemente para quedar bien contigo y en el fondo sacar un provecho, y tú piensas aquello de “eso se lo dices a tod@s!
“Dos hombres se presentaron ante el juez de la localidad.
-Señoría -dijo el primero-, vengo a demandar a este individuo porque ha vendido toda la leña que ha cortado y no quiere darme mi parte.
-Si él ha cortado la leña, ¿qué es lo que tú has hecho? -interrogó el magistrado.
-Yo lo he estimulado dándole gritos de aliento y ánimo constantemente, eso ha provocado que cortara más leña de la habitual y que le pagaran una cantidad superior a la que normalmente recibe.
El juez se quedó pensando unos instantes.
-Lo que reclama este hombre es justo -sentenció.-Leñador, dame la bolsa con el dinero que has recibido y entregaremos la parte que le corresponde a este hombre. El juez cogió la bolsa del compungido leñador y la agitó ante la cara del hombre hasta que sonaron las monedas dentro.
-Éste es tu pago: ya tienes el sonido del dinero.”
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