Somos presos de nuestras palabras y en contra del refrán, en muchas ocasiones las palabras no se las lleva el viento. Cuando conversamos con los demás no tenemos la costumbre de pensar lo que vamos a decir y guiados por emociones desbordadas soltamos lo que primero se nos ocurre, llegando a herir en muchas ocasiones a personas que queremos. También ocurre cuando tenemos conversaciones con nosotros mismos.
Cuántas veces nos decimos eso de «¡he fracasado!» o «¡qué tonto soy!» y al final como no podía ser menos, terminamos creyendo esas afirmaciones. Como decía Henry Ford, tanto si crees que puedes como si no, tienes razón. ¡Ah, las palabras! no hay nada como escuchar a esas personas que dominan el arte de la retórica y que miman y cuidan las palabras que dicen, y preocupándose por su estética, siempre intentan algo más que simplemente comunicar. Comparto un artículo del blog El arte de saber vivir de Walter Riso y titulado El poder de las palabras.
«A todos nos ha pasado que estamos en un lugar donde hay niños y siempre cuidamos nuestro vocabulario, no decir palabras altisonantes, ya que ellos son como esponjas y si lo hacemos, en menos de lo que esperamos también lo dirán, y aplicarán a sus vidas.
Este ejemplo nos ayuda a darnos cuenta que en la vida sucede igual: las palabras que salen de nuestros labios toman la acción de la manera en que las decimos, de ahí la importancia de pensar antes de hablar y hacer que nuestras palabras sean buenas, no destructoras.
Cuando platicamos con alguien no nos damos cuenta del poder que tienen nuestras palabras, podemos pensar en la frase de «las palabras se las lleva el viento», pero no es así, una palabra queda en la mente y en el corazón y puede animar, deprimir o arruinar a una persona, ya que las palabras tienen poder y nosotros le damos el sentido positivo o negativo.
El Dr. Masaru Emoto, autor japonés y conocido por sus controvertidas afirmaciones del poder de las palabras, realizó un experimento donde puso en dos contenedores porciones de arroz, uno de ellos tenía la palabra «gracias», y el otro «eres un tonto», en la escuela indicó a los niños que debían repetir en voz alta esas palabras todos los días, después de 30 días el arroz con la palabra positiva solo había sufrido poco cambio, pero el de palabra negativa estaba totalmente podrido.
Las palabras pueden arruinar también tu vida, si eres de las personas que para todo pone un NO antes de la frase, te estás destruyendo poco a poco, porque te estás condicionando a vivir siempre con un NO. Si nuestro vocabulario es pobre y pesimista, así será nuestra vida.
Para que no te conviertas en un destructor de vidas es importante pensar antes de hablar, cuida tus pensamientos, primero piensa lo que vas a decir y es ahí cuando te puedes frenar antes de decir algo inapropiado.
En la mayoría de los casos, cuando inadecuadas palabras y el peor lado obscuro salen de nosotros, es cuando estamos en un estado de enojo o molestias por algo sucedido; es importante calmarnos y olvidar resentimientos para estar en paz al momento de hablar y no decir cosas de las cuales podemos arrepentirnos después. Si hablamos de alguna discusión de pareja, un error en nuestras palabras puede llegar a destruir lo que por muchos años nos ha llevado lograr y ni que decir cuando se trata de los niños, los destruye y puede llegar a causar traumas psicológicos, que sin duda afectarán su vida.
Las palabras que insultan, agreden y lastiman ocasionan heridas en el corazón de la persona que las recibe, ocasionando y generando resentimientos, odio y dolor; las palabras son como una piedra, dependiendo de cómo la arrojes o presentes, causa el efecto, si sólo la avientas sin mirar, puedes golpear severamente a la persona, pero si la das un poco disfrazada con un papel hermoso y un moño, puede ser aceptada y contemplada como una crítica constructiva.
Cuando estamos en un estado de depresión, una palabra de aliento puede cambiar el momento en un estado de paz que reconforte el corazón del ser deprimido, de ahí la importancia de usar nuestras palabras para hacer siempre el bien. Las palabras llenas de amor y positivismo siempre podrán cambiar el mundo.
Una palabra alegre, amable, oportuna y llena de amor puede cambiar tu día, llenarlo de luz, aliviar y dar felicidad, pero una palabra cruel, con resentimiento e irresponsable, puede herir, generar odio o arruinar la vida de alguien más.
Las palabras reconfortan, curan o hieren, crean o destruyen, de ellas depende la felicidad o la desgracia, la importancia de cuidar lo que pensamos y más lo que decimos, es fundamental, ya que esto puede marcar nuestro destino o el de alguien más; nadie tiene la capacidad de hacernos sentir menos o mal por algún tipo de comentario o palabras negativas, pero lamentablemente esto es una realidad, en algunas ocasiones se dan los casos de que por la culpa de algún mal comentario se destruyen vidas. La gente puede olvidar lo que le digas pero nunca olvidará lo que le hiciste sentir con lo que dijiste.
Nuestra vida y nuestro futuro dependen de nuestros pensamientos y palabras, hoy es un buen día para cambiar el rumbo de tu vida, piensa muchas veces antes de hablar; si sirve, piensa que estás rodeado de niños y que tienes que manejar un buen comportamiento, habla siempre con frases positivas, elimina el “NO” de tu vida, porque todo se puede lograr siempre y cuando así se quiera, recuerda que vida sólo hay una y que bueno poder vivirla sana y positivamente sin dañarte ni dañar a otros.»
Os invito a ver un vídeo donde las palabras y la comunicación son las protagonistas…
Comentarios 1
No puedo estar más de acuerdo : no hay viento con suficiente fuerza para llevarse algunas palabras.
Gracias Carlos